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La baliza V16 será obligatoria desde el 1 de enero: qué es, qué cambia y por qué genera tantas dudas

La nueva señalización de emergencia aterriza entre promesas de seguridad y un debate abierto entre los conductores

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Con la llegada de 2026, la baliza V16 será obligatoria a partir del 1 de enero. Foto: Europa Press

 

A partir del 1 de enero de 2026 entrarán en vigor múltiples cambios que afectarán a millones de personas. Y pocos se libran de polémicas. Esta vez el turno es para los conductores, puesto que todos ellos estarán obligados a señalizar un vehículo inmovilizado exclusivamente con la baliza V16 conectada, un dispositivo luminoso que sustituye de forma definitiva a los tradicionales triángulos de emergencia. La medida, impulsada por la Dirección General de Tráfico (DGT), se presenta como un avance clave en materia de seguridad vial, pero su entrada en vigor ha reabierto un debate que va mucho más allá de la prevención de accidentes en carretera.

 

El cambio normativo llega tras meses de mensajes poco claros, fases intermedias y un mercado saturado de dispositivos que, en muchos casos, dejarán de ser legales en cuestión de semanas. El resultado es una mezcla de confusión, malestar y desconfianza entre parte de la ciudadanía, que percibe la nueva obligación como un gasto impuesto difícil de justificar.

 

 

De los triángulos a la baliza conectada: una transición controvertida

La baliza V16 conectada se convierte ahora en el único sistema legal para señalizar un vehículo detenido en la vía. A diferencia de los triángulos, el nuevo dispositivo se coloca sobre el techo del coche sin necesidad de abandonar el habitáculo y, al activarse, envía automáticamente la ubicación del vehículo a la plataforma de la DGT para alertar al resto de usuarios de la vía.

 

Sin embargo, esta transición no ha sido lineal. Durante años se promovió una primera versión de la luz V16 sin conectividad, que muchos conductores adquirieron creyendo que cumplía con la normativa futura. Ahora, esos dispositivos quedan invalidados, lo que ha reforzado la sensación de normativa cambiante y de obligación de renovar sistemas que siguen siendo funcionales.

 

El coste de la baliza y la sensación de “otro gasto obligatorio”

Uno de los principales focos de crítica es el precio de la baliza V16 conectada. Para muchos conductores, especialmente aquellos que ya compraron una luz V16 no conectada, la nueva obligación supone asumir un gasto no previsto y difícil de entender desde el punto de vista del usuario.

 

La percepción de que cada actualización normativa obliga a pasar por caja, primero los triángulos, después la luz V16 tradicional y ahora la conectada, ha generado malestar, alimentado además por la confusión comercial, ya que todavía se venden dispositivos que no cumplirán la normativa a partir de enero.

 

Desde la DGT se insiste en que el coste responde a la tecnología integrada: chip GPS, tarjeta SIM y conectividad garantizada durante al menos 12 años, sin cuotas adicionales. El organismo también ha desmentido de forma reiterada que exista beneficio económico directo por cada unidad vendida. Aun así, estas explicaciones no han logrado disipar del todo la sensación de imposición poco transparente.

 

Dudas técnicas y críticas sobre su eficacia real

Más allá del aspecto económico, una parte de los conductores cuestiona la eficacia real de la baliza en determinadas situaciones. Las críticas se centran especialmente en su visibilidad en curvas, cambios de rasante o tramos con desnivel, donde la luz intermitente puede quedar oculta hasta que el vehículo que se aproxima está demasiado cerca.

 

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Las dudas con esta nueva señalización de alerta se ha apoderado de los ciudadanos. Foto: Europa Press

 

También se señala que, durante el día, la potencia lumínica pierde efectividad frente a otros sistemas de señalización. Estas dudas afectan al argumento central de la medida: si el objetivo es mejorar la anticipación y reducir riesgos, el sistema debería ofrecer una ventaja clara y constante frente a los triángulos, algo que no todos los usuarios perciben en la práctica.

 

La versión oficial: menos atropellos y mejor información en tiempo real

La DGT defiende la baliza V16 como una herramienta clave para reducir accidentes graves. El organismo recuerda que cada año fallecen en España decenas de personas atropelladas tras bajar del vehículo para colocar los triángulos. Con la baliza, el conductor no necesita salir del coche, lo que reduce de forma directa el riesgo personal.

 

Además, la conectividad permite que la incidencia llegue a navegadores, aplicaciones de movilidad y paneles informativos, mejorando la anticipación del resto de conductores. Según Tráfico, esta red de información en tiempo real supone un salto cualitativo en la gestión de incidencias en carretera.

 

 

Bulos, mitos y aclaraciones necesarias

La entrada en vigor de la V16 también ha ido acompañada de numerosos bulos. La DGT ha aclarado que la baliza:

 

  • No geolocaliza constantemente al vehículo
  • No recopila datos personales
  • No requiere app ni teléfono móvil
  • No llama automáticamente al 112 ni a la grúa

 

El dispositivo solo transmite la ubicación cuando está activado y los datos son anónimos, sin vinculación con la identidad del propietario.

 

Homologaciones, mercado y el riesgo de comprar un dispositivo no válido

Otro de los puntos críticos es la homologación. No todas las balizas V16 que se venden cumplen la normativa. La DGT recomienda comprobar siempre que el dispositivo esté certificado por IDIADA o LCOE, los únicos laboratorios autorizados.

 

Cualquier baliza no homologada dejará de ser legal el 1 de enero de 2026, aunque se siga comercializando. Desde el propio sector se advierte también de precios excesivamente bajos, que suelen ser un indicio de falta de conectividad o certificación.

 

Seguridad vial sí, pero con claridad y confianza

La baliza V16 nace con la ambición de mejorar la seguridad vial y reducir atropellos, un objetivo difícilmente cuestionable. Sin embargo, su implantación se ha producido en un contexto marcado por la desconfianza, la saturación informativa y una transición normativa que muchos conductores consideran poco clara.

 

Mientras la DGT insiste en acudir a fuentes oficiales y defiende el nuevo sistema como un avance necesario, una parte de la ciudadanía sigue preguntándose por qué una medida obligatoria no termina de convencer ni en precio, ni en eficacia, ni en forma. Un debate que, a pocas semanas de su entrada en vigor, sigue muy lejos de cerrarse.

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