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Ada Colau, la alcaldesa populista que más sube los impuestos

Carmen P. Flores
Directora de Pressdigital

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La razón populista, obra del filósofo, teórico político y escritor Ernesto Laclau, es uno de los libros de teoría política reciente más evocado en el debate público. El más que explícito apoyo de Laclau a los populismos del siglo XXI, en Venezuela, Argentina, Bolivia y Ecuador ha contribuido a que sea considerado uno de los teóricos de referencia de estos procesos ideológicos populistas.


Laclau, que había sido marxista en una primera etapa de su vida, evolucionó hacia una perspectiva intelectual más elaborada a través de la influencia de la teoría lingüística, el pensamiento posestructuralista y el psicoanálisis. Una nueva obra, tiene unas cuantas, le llevó a cuestionar la inoperancia de los paradigmas de la izquierda del siglo XX y la necesidad de organizar las demandas sociales de manera diferente. Sus propuestas para el análisis político se convierten en herramientas pioneras para la reflexión sobre los movimientos políticos y sociales contemporáneos.


La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, una rueda de prensa tras su reunión en el Ayuntamiento de Barcelona, Catalunya (España), a 7 de septiembre de 2020.



Laclau, ha sido y sigue siendo el referente del populismo -el manantial ideológico con distintos sabores- de Pablo Iglesias y su guardia pretoriana de un Podemos que se ha adaptado como nadie a la casta que tanto ha criticado.


En Barcelona, el argentino catalán Gerardo Pisarello, ahora “exiliado dorado” en la Mesa del Congreso de los Diputados, fue en su día el que introdujo el populismo de Laclau en el ejercicio diario del gobierno de la alcaldesa Colau, junto a otros de sus colegas de entonces como Xavi Domenech. Por cierto, los dos se los quitó de encima la alcaldesa, de diferentes maneras, sin tener en cuenta el gran trabajo realizado por ellos para llegar al pacto con el partido de Pablo Iglesias. Con el acuerdo de las dos formaciones -Podemos estaba funcionando con la hipótesis nacional-popular -Pablo Iglesias incorporó a su discurso la terminología “país de países” para intentar ilusionar a una parte del electorado independentista.


La alcaldesa Colau ha sabido de Laclau por Pisarello y Domenech, más las lecciones aceleradas del líder morado. Eso sí, la formulación populista de sus discursos es de su propia cosecha conseguida de su experiencia interpretativa de aspirante a actriz dramática. En esta nueva faceta profesional, no le ha ido mal, si tenemos en cuenta que la política es puro teatro.


La primera edil no tiene claro el modelo de ciudad que pretende para Barcelona y su ciudadanía, buena parte de la cual está insatisfecha por las decisiones incomprensibles que lleva tomando, aún no ha terminado, en todos estos años. 


Eloi Badía, su regidor preferido, llevaba hurgando una estrategia para propiciar, de distintas maneras, el descontento de la ciudadanía con temas sensibles como servicios esenciales: luz, agua, gas, con el fin de presentarse como salvador y regenerador del pueblo, sin conseguirlo porque pensar que la gente es idiota es arriesgarse mucho.Toda esta operación maquiavélica la hace tras la máscara de ecologista honesto, sacrificado y leal. ¿A quién? ¿A qué intereses sirve? Mientras esto sucede, el equipo que lidera la alcaldesa sigue subiendo impuestos: IBI, tasas de residuos, tasas del cementerio, tasas de entierros o el aumento de la presión fiscal sobre los comerciantes. En plena crisis del turismo, subida también de la tasa turística-como sobran tanto- y, por si fuera poco, estos días ha decidido que los coches que aparcaban en la periferia de la ciudad, ahora tendrán que pagar por ello. Además, ahora está pensando en cobrar una tasa a los coches que entre en Barcelona, una medida que ilusiona a los ciudadanos y a todos los sectores.


Con estas decisiones el descontento es generalizado con la gestión de Colau, mientras sus socios de gobierno, los socialistas, que no marcan política propia parece que no se enteran de lo que está sucediendo. Miran para otro lado con tal de contar con una parcela del poder.


Qué diría Laclau de las decisiones de la alcaldesa, cuando esa suma de insatisfacciones colectivas es contraria a las teorías del modelo Laclau. La alcaldesa de Barcelona no tiene ni pajolera idea de gobernar, ni intención de aprender, que es lo más grave. Mientras los ciudadanos de Barcelona siguen pagando los impuestos más altos por la voluntad de una alcaldesa populista que se dice de izquierdas. 


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