Según el último estudio del CIS los jóvenes están desencantados con la democracia
Solo un 4,6% de la población afirma estar "muy satisfecha" con la democracia en España, frente a un contundente 30,6% que declara estar "nada satisfecho".
Este es un dato que revela el último estudio del CIS sobre la calidad democrática, un barómetro que pone de manifiesto el creciente desencanto ciudadano con las instituciones, los partidos políticos y la propia capacidad del sistema para dar respuesta a las demandas sociales.
La insatisfacción se distribuye de manera desigual a lo largo del eje ideológico. Los extremos —tanto de izquierda como de derecha— son los que muestran mayores niveles de desapego. Sin embargo, también destaca el escepticismo entre los jóvenes, un dato preocupante que sugiere una falta de renovación generacional en la confianza hacia la democracia representativa.
Desafección transversal y desconexión institucional
Los resultados del CIS reflejan una fractura entre las promesas democráticas y la experiencia cotidiana de los ciudadanos. Principios como la igualdad ante la ley, la participación real o la transparencia institucional no parecen cumplirse a ojos de buena parte de la ciudadanía. Este desajuste alimenta una narrativa de decepción que cala especialmente entre quienes sienten que su voto no tiene impacto o que sus problemas no son atendidos por quienes gobiernan.
De hecho, más del 35% de los encuestados declara que "la gente como yo no tiene ninguna influencia sobre lo que hace el Gobierno". Además, el 26% asegura que no tiene manera de hacer llegar su opinión a los políticos. Esta percepción de impotencia democrática está directamente relacionada con los bajos índices de satisfacción general.
Una democracia formal pero no percibida como efectiva
España cuenta con un sistema democrático consolidado en lo formal, pero muchos ciudadanos no lo viven así.
El funcionamiento de los partidos, el uso del poder público, la independencia judicial o el papel de los medios de comunicación son cuestionados de manera reiterada en las respuestas del estudio.
La desconfianza institucional no se limita a una crítica puntual, sino que apunta a un deterioro estructural de la legitimidad del sistema.
No se trata solo de una cuestión de corrupción o polarización, sino de una falta de mecanismos eficaces para la rendición de cuentas y la participación ciudadana más allá de las elecciones. Sin cauces efectivos de control democrático, los ciudadanos tienden a ver el sistema como una estructura ajena, burocrática y al servicio de intereses particulares.
La juventud, protagonista del desencanto
El análisis por tramos de edad revela un patrón significativo: los jóvenes son quienes presentan mayores índices de insatisfacción y menor confianza en las instituciones democráticas. Entre los menores de 35 años, la proporción de quienes se sienten "nada satisfechos" supera con creces la media nacional. Este dato es alarmante si se considera que son precisamente las nuevas generaciones quienes deberían sostener y renovar el compromiso con el sistema.
La frustración juvenil está ligada a factores como la precariedad laboral, la dificultad de acceso a la vivienda, la crisis climática o la falta de representación en los espacios de decisión. Todo ello genera una percepción de exclusión que mina la fe en las reglas del juego democrático.
El reto pendiente: regenerar la democracia
Los datos del CIS son una llamada de atención clara: la democracia en España necesita más que estabilidad formal. Requiere renovación, apertura y mecanismos que reconecten a las instituciones con los ciudadanos. La solución no pasa únicamente por reformas legales, sino por recuperar la confianza desde la cercanía, la participación y la escucha activa.
Frente a la creciente ola de escepticismo, la respuesta no puede ser el inmovilismo. Si se quiere proteger y fortalecer el sistema democrático, es imprescindible actuar frente a las causas profundas del malestar: desigualdad, clientelismo, falta de transparencia y elitismo político. Solo así será posible revertir una tendencia que, de consolidarse, podría poner en riesgo la cohesión democrática del país.
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