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La Barcelona del diseño se ha transformado en una ciudad decadente

Carmen P. Flores
Directora de Pressdigital

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Barcelona siempre ha sido una ciudad moderna, de diseño, cosmopolita, y limpia. Desde la llegada de Ada Colau, la capital catalana se ha convertido en una ciudad cutre, sucia, provinciana y con el mayor número de personas vulnerables durmiendo en las calles céntricas como si formaran parte del paisaje urbano mientras la responsable de la ciudad solo se preocupa de reducir los carriles de circulación de las calles, adornadas con moles de cemento que estrechan las vías pintadas de amarillo y carriles bicis. Por si fuera poco en este potaje urbano, los patines de toda clase también circulan para ayudar a los peatones a besar el mugriento suelo. Ocurre con bastante frecuencia. No es un caso aislado, es un goteo diario. ¿Eso es ecologismo social? La respuesta la tienen los servicios de urgencias que atienden a las víctimas de los atropellos.

La transformación de la Barcelona del diseño a la de Colau nos recuerda a los cangrejos: no se avanza, sino que se retrocede en pleno siglo XXI y esto es obra de una alcaldesa de ¿izquierdas?, o es sencillamente de una encantadora de serpientes, con ideología Colau.


La Rambla de Barcelona amanece vacía un día marcado por la festividad de Sant Jordi, que a diferencia de otros años, este no se puede celebrar con normalidad debido a la crisis del Covid-19 y al confinamiento



Como no complica lo suficiente la vida a los sectores productivos y sociales, después de anunciar aumentar la tasa a los turistas -como sobran ahora- se le ha ocurrido  -con la ayuda de sus concejales palmeros-  anunciar que para el 2024 quiere reducir a la mínima expresión la utilización del coche en la ciudad. Se olvida de explicar si el 18% de los vehículos que podrán entrar a la ciudad  serán los eléctricos, ecológicos, los  no “contaminantes”, cuyos precios están a la altura de los bolsillos de los trabajadores que menos cobran y que suelen ser una buena parte de sus votantes.


Esta medida de dejar los coches fuera de la ciudad contribuye mucho a solucionar el conflicto en el que se encuentran inmersos los trabajadores de Nissan y ayuda de paso al sector de la automoción, que está en su mejor momento.


El sector de aparcamiento y garajes se han puesto a bailar de contentos con el anuncio de Colau. Un sector que como muchos otros han sufrido y siguen sufriendo los efectos del coronavirus, con una merma de ingresos considerables. Algunos han tenido que hacer artes, otros han subsistido con parte de sus ahorros y en lugar de ayudar con medidas, lo que hace la alcaldesa es azuzar la preocupación de los dos sectores. Son cientos de puestos de trabajo que están en juego, cosa que no parece tener preocupado al gobierno de Colau y los socialistas de Collboni.


La alcaldesa de la ciudad tiene en vilo a  buena parte de la ciudadanía pensando cuál va a ser la próxima medida que tiene pensado tomar y a cuantas personas va a afectar.


Barcelona ha dejado de ser una ciudad moderna, dinámica, avanzada y admirada por medio mundo. Ahora es la ciudad incomoda, atrasa, sucia, sin proyecto de futuro, funcionando a base de impulsos de su alcaldesa. Mientras, la oposición cuenta poco, por las diferencias ideológicas que lo separan.


Barcelona se ha transformado en una ciudad decadente, ¿hasta cuándo?

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