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Hospitales del futuro: evolución o revolución

Genís Carrasco
Médico y escritor

El actual modelo de hospital nació hace un siglo y se orientó a las enfermedades agudas —sobre todo las infecciosas— que entonces eran las principales causas de mortalidad. A medida que se producían nuevos avances científicos, los hospitales se fueron especializando y posteriormente subespecializando, originando una asistencia sanitaria cada vez más fragmentada y más centrada en la propia organización de los profesionales que en las nuevas realidades de los pacientes.


¿Cuáles son las nuevas realidades de los pacientes?


La más importante es el cambio del antiguo paciente pasivo a un nuevo paciente-consumidor. Los ciudadanos están cada vez más y mejor informados, son más exigentes, y desean tomar sus propias decisiones sobre la salud. A este legítimo deseo de protagonismo debe añadirse otra nueva realidad: la transformación del patrón de las enfermedades que ha derivado hoy día al auge imparable de las patologías crónicas. En este sentido, el éxito en el tratamiento de muchas enfermedades agudas ha propiciado que el 60 % de los mayores de 65 años padezca una o varias enfermedades crónicas que son ya la principal causa de mortalidad y discapacidad.

En consecuencia, el modelo tradicional de hospital de agudos aún vigente en la Unión Europea, resulta insostenible en un escenario en el que más del 70 % de la actividad sanitaria asistencial y del coste sanitario deben dedicarse a la atención de la cronicidad.


¿Podrán los actuales hospitales públicos europeos mejorar sus servicios y reducir los costes?


Sin duda alguna se conseguirá. Pero los hospitales del futuro deberán transformarse radicalmente para hacer frente a estos retos. Será más una revolución que una evolución.

En este nuevo paradigma, el paciente es y será cada vez más el centro de la asistencia. Los profesionales del hospital formarán equipos multidisciplinarios coordinados con los equipos de Atención Primaria y los servicios sociosanitarios para, de una manera proactiva, adelantarse a las descompensaciones de las enfermedades evitando así la progresión de las mismas, las hospitalizaciones repetidas y la dependencia.


Al mismo tiempo, los propios pacientes y sus cuidadores deberán adoptar una actitud aún más activa y responsable sobre su enfermedad participando en las decisiones clínicas y comprometiéndose con los profesionales en los objetivos de salud de la comunidad. La prevención y promoción de la salud, la atención integral, la continuidad asistencial, el respeto, el trato humano y la seguridad del paciente son y serán los objetivos fundamentales de todos los actores sanitarios.


El hospital del futuro


Los actuales “hospitales-fortaleza” con más de mil camas dejarán paso a pequeños centros especializados, más eficientes y flexibles, con cien o doscientas camas. El hospital abandonará su papel centrípeto (como centro del sistema sanitario) y se abrirá a la comunidad formando parte de una organización mucho más integrada en la sociedad, más flexible y abierta, extendiendo su actividad más allá de los propios límites físicos del hospital.


Estos pequeños hospitales versátiles dispondrán de múltiples recursos asistenciales: camas de críticos, hospital de día, salas de intervenciones, hospitalización a domicilio, consultas de diagnóstico rápido, telemedicina, telemonitorización, historia clínica accesible en cualquier punto, etc.). Así mismo ofrecerán una atención multidisciplinar y virtual debido al impacto de las tecnologías digitales. La atención ofrecida en estos centros deberá tener la misma intensidad, calidad y eficiencia durante las 24 horas, los siete días de la semana.


A su vez, las infraestructuras asistenciales del futuro serán hospitales con diseños arquitectónicos ergonómicos e integrados en el entorno, imponiéndose diseños de centros hospitalarios luminosos, humanizados y respetuosos con el medio ambiente. La descentralización será la norma. Es decir, aunque algunos pacientes requerirán irremediablemente hospitalización, la gran mayoría de los enfermos recibirá la atención médica en su propia casa.


El internet de las cosas, los dispositivos “weareables” (smartwatchs, zapatillas con GPS y pulseras que controlan nuestro estado de salud) o portables, las App para monitorizar a los pacientes, la Big Data (almacenamiento y gestión masiva de información) y la robótica constituirán la base de los hospitales del mañana.


Medicina personalizada en el hospital del futuro


La “genómica” (disciplina relacionada con el estudio del genoma humano, la terapia génica y la biotecnología) facilitará que los tratamientos sean desarrollados para cada paciente según sus condiciones individuales, lo cual reducirá la incidencia de eventos adversos y optimizará el coste sanitario.


El uso de la Telesalud irá creciendo de manera exponencial. Y no sólo a través de los recursos propios del hospital sino mediante otros dispositivos, como los teléfonos móviles de los pacientes, que ya tendrán integrados diferentes dispositivos como sensores que vigilen nuestras constantes vitales y se conecten a Internet o a algún algoritmo de inteligencia artificial

El domicilio del paciente se añadirá a la red sanitaria gracias a la Telemedicina, mientras que el hospital se convertirá, por tanto, en un lugar de estancias muy breves, pudiendo monitorizar su situación a través de la Teleasistencia.


La inteligencia artificial, la robótica, la Telemedicina y las nuevas tecnologías de interacción serán fundamentales en hospitales y clínicas, en quirófanos y consultorios. La atención médica será descentralizada, las consultas a distancia, y las visitas a los hospitales solo serán necesarias cuando la patología sea de extrema urgencia o muy grave.


Lo más revolucionario será el nuevo paciente


No obstante, lo que verdaderamente revolucionará la Medicina no será ni el “bioprinting”, ni los dispositivos implantables, ni la realidad aumentada ni la robótica sino la irrupción de los nuevos pacientes inteligentes más empoderados, educados y comprometidos. Este nuevo paciente-ciudadano adopta ya una conducta de consumidor exigente en relación a la provisión sanitaria. Y esta lógica y legítima exigencia nos beneficia a todos.

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