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Esto parece un golpe de estado exprés

Manuel Fernando González Iglesias

Tejero 23F



La decisión que se acaba de tomar en el Parlament de Catalunya y que ha recibido el rechazo unánime de la oposición y parece  claramente un presunto golpe de Estado anticonstitucional. El soberanismo catalán pretende, por la vía de urgencia, saltarse las más elementales normas democráticas para imponernos a los catalanes que no somos soberanistas un régimen que no deseamos y que las actuales leyes constitucionales no recogen.


A mí el Golpe del 23 F de 1981 me pilló en la entrañable Radio Miramar, que tenía sus estudios en la Plaça de Catalunya de Barcelona siendo Director de sus Servicios Informativos. Cuando vi entrar por televisión los primeros guardias civiles en el Congreso, entré en el despacho del Director de la emisora Rodríguez de Castro, donde estaba también el Presidente de la compañía José María Ballvé y la ya fallecida Encarna Sánchez, entonces en la cresta de la ola por su Encarna de Noche


Mi mensaje fue muy sencillo: 


Tenemos un golpe de Estado y hay que defender la Democracia


Hoy la frase no tiene valor, pero en aquel instante, dicha en Barcelona, sonaba a locura, por mucho que algunos habíamos recibido mensajes inquietantes sobre ruidos de sables y tramas civiles.


Nunca se me olvidará aquella noche. Mis jefes me dejaron a cargo de la emisora, como si fuera el dueño, allá me las apañara. En la primera hora solo se oía en la competencia música clásica. Pedí a José Luis López Bulla, secretario general de Comisiones, que me ayudara en antena a darle noticias a la gente.


Disponía de una grabación que había conseguido al contactar con el Congreso, donde se quedó encerrado nuestro redactor Vicente Mateos. Y con eso y poco más hablamos mientras los demás le daban a la música. Lo hicimos con un López Bulla pidiéndole a los oyentes que defendieran la democracia, como en los mejores años de la II República y el Gobierno Civil nos llamó para que paráramos, porque el incipiente golpe todavía no se había consolidado y se esperaba que el Capitán General de Catalunya no lo apoyara, y que otras capitanías tampoco.


Llamé a Julia Otero, que trabajaba en la casa, para que con un taxi se acercara a los cuarteles y me fuera informando sobre los movimientos de tropas, si es que los había. Trabajo que hizo no sin riesgo y con brillantez...


A Salvador Escamilla le pedí que se fuera a casa porque su vida podía correr peligro, estaba muy desasosegado y apenas podía articular palabra. Mi redactor Jefe se fue a refugiar al Consulado cubano y solo reapareció cuando la cosa se estaba aclarando.


Encarna Sánchez intentó por todos los medios salir en antena porque quería hablar con Tejero. Nunca le pregunté de dónde había sacado el teléfono secreto del golpista. Me negué en redondo porque tenía claro que sus simpatías iban dirigidas hacia los sublevados. Nunca me lo perdonó, y tras el artículo que pudo leer en El País al día siguiente escrito por Paco Umbral sobre ella, en la que salía muy mal parada, tuvimos un enfrentamiento a gritos que presenció todo el personal de la emisora.


Un guardia civil de paisano vino a "protegerme" esa noche con pistola incluida. Si no ganaba la democracia, Vds. ya pueden imaginarse lo que habría pasado. Nunca le he vuelto a ver, pero tampoco lo echo de menos.


No me gusta la gente que intenta dar golpes de estado porque no respeta la libertad de su prójimo y sus ideas siempre acaban imponiéndolas por la fuerza. He escrito muchas veces en esta misma sección invitando a la concordia y al acuerdo como también han hecho otros colegas más sabios que yo. Tengo las ideas muy claras de que debiéramos todos caminar hacia un estado federal desde esta democracia que ha costado tanto conseguir, aunque algunos digan ahora lo contrario. 


Siempre he defendido a Catalunya, especialmente fuera de ella, que es donde hay que jugarse los cuartos... Mis hijos y mi nieta hablan catalán y quieren vivir pacíficamente en la tierra en la que nacieron.


Cuando he trabajado en Madrid, o en la Galicia en la que nací, me han llamado "catalán" con intención despectiva, y lo he sentido con el orgullo de quien quiere algo y no necesita presumir de ello. Ahora, me dicen unionista y todavía no entiendo el por qué.


Como soy muy tonto, quizás no lo entienda nunca, tal vez porque me falta sentido común para aprender a subirme al carro del poder como hacen otros colegas a los que el soberanismo gobernante en Catalunya les ha llenado los bolsillos de subvenciones millonarias. Creo que nadie tiene el derecho de pedirme que me separe de mis paisanos gallegos, que por varias generaciones han sido mi familia, ni tampoco que los andaluces, que son la línea familiar de mi esposa, sean ahora extranjeros en la tierra en la que me van a enterrar cuando toque.


No comparto esas ideas y estoy dispuesto a defender una España plural y unida hasta el final.


No le tengo miedo a quienes dicen que España les roba y les da pena. Están equivocados y por ello, ni hay que multarles ni tampoco encarcelarles, solo destinarles a otras responsabilidades en las que no puedan desunirnos a todos. 


Los intransigentes me tendrán que vigilar como en el 23 F, en lugar de con un guardia civil, con un mosso con pistola al lado para que me calle. Ya les anticipo que obtendrá de mí la misma actitud que la que logró su colega armado. Así que queda todo dicho y escrito.


¿Me he explicado bien, señoras y señores, que quieren armar lo que parece un golpe de Estado exprés por la puerta de atrás?



Artículo publicado previamente en Catalunyapress

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