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​Josep Ricart, el escultor de Taradell nos ha dejado

Carmen P. Flores
Directora de Pressdigital

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Siempre he dicho que a la gente se le valora por lo buenas personas que son. Los títulos y los conocimientos son secundarios. Las buenas personas son especiales, sin lugar a dudas y deberían abundar más.



Escultura



A primera hora de este lunes, me llegaba un correo de Anna, en el que se me comunicaba “mi padre, Josep Ricart se ha marchado este domingo”, la noticia me ha dejado triste, por el cariño y admiración que sentía por él.


Josep Ricart, escultor de Taradell que vivía hace ya unos años en Barcelona, donde ha fallecido. De él puedo decir unas cuantas cosas, pero sobre todo, que era una gran persona, amén de un excelente escultor, no reconocido lo suficiente hasta ahora. Le conocí hace ya más de 20 años, por temas profesionales. Desde el primer momento la simpatía fue mutua. Lo traté a lo largo de unos años, después el día a día, nos hizo tener menos contacto, pero siempre tenía un recuerdo muy agradable de él y siempre a través de su hija me enviaba recuerdos.


Él sentía pasión por las manos a la hora de esculpir sus obras. Son muchas las manos que ha dejado plasmadas. Afirmaba que las manos dicen mucho de las personas, que son la expresión de sus sentimientos, que definen a las gentes. No se cuantas manos habrá llegado a esculpir, muchas, me dijo un día. No era la única obra que le interesaba, tiene variadas: pequeñas figuras y grandes monumentos repartidos por toda Catalunya. Su legado es muy amplio, han sido años de trabajo entregado a su pasión; la escultura. En Barcelona, el monumento al Doctor Trueta, situado en la Rambla del Poble Nou es una de sus grandes obras de la que disfrutan cada día, los cientos de personas que a diario pasan a su lado y que algunos de ellos no saben el nombre del autor. Son tantas y magníficas sus obras que es difícil enumerarlas todas.



Ricart, era la bondad personificada, en cada una de sus obras se podía interpretar un mensaje, no eran sus esculturas simples obras bellas, sinó que transmitía ese mensaje de esperanza, bondad y sentimientos que siempre quería hacer llegar a las personas. Nunca le ví enfadado y no tenía un no por respuesta, cuando le preguntaba por una determinada obra: no la tengo, pero la puedo hacer, solía decir. Persona de profundas convicciones religiosas que ponían en práctica en su vida diaria, era todo un ejemplo.


Josep Ricart Maimir




Son numerosas las personas que en sus casas también cuentan con algunas de sus obras, yo tengo tres que en su día le compré en una exposición que hizo precisamente en Poble Nou. Las guardo con mucho cariño y esta mañana, las he mirado con más interés que nunca y me ha recordado la explicación que de cada una de ellas me hizo en su día.


El escultor de Taradell, se ha ido con la misma discreción con la que ha vivido sus 94 años. Lo ha hecho en un momento muy complicado por la pandemia de coronavirus. Siento, como muchos el no poder darle el último adiós, pero él sabe el cariño y la admiración que sentía. Espero que cuando todo esto haya pasado, que sea más pronto que tarde, se le pueda rendir el homenaje que se merece y que su obra sea reconocida también por las autoridades correspondientes. Es una deuda que se tiene con él y que no hay que dejar de recordar cuando todo esto haya pasado. 


¡Buen viaje, Josep!

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