No hay progreso que pueda consolidarse sin hacer correcciones y rectificaciones en nuestros hábitos. Hablemos de progresos que no sean tecnológicos, sino referidos estrictamente a nuestras actitudes. Por ejemplo, ¿es posible adquirir nuevas habilidades de relación y emoción?
¿Somos capaces de interpretar con imaginación las opiniones que los demás lleguen a tener de nosotros, podemos plantearnos el porqué de los rechazos que unas actitudes pueden ocasionar? Esta es la cuestión. Es cierto que cuando se trata de asuntos políticos hay que contar, sin duda, con la intoxicación de la propaganda, con la fuerza de su propagación y con un terreno abonado por la rotunda renuncia a ser objetivos y ecuánimes (esto es, a ser honrados, en suma, en nuestra inevitable relación con la verdad). Pero también, no nos engañemos, lo podríamos hacer mejor.
Durante nuestra Guerra Civil, George Orwell observó que la mayoría de reportajes de prensa no guardaban relación alguna con la realidad. Tal era la tergiversación, que se hablaba, como si tal cosa, de batallas inexistentes y de héroes y villanos imaginarios. ¿Queremos percatarnos de las trampas que andan alrededor? Leo 'El cambio estratégico' (Herder), de los psicólogos Giorgio Nardone y Roberta Milanese, donde se trata de la mejora de nuestro modo de enfrentarnos a los problemas reales del momento. Así, primero habría que fijar los hechos y experiencias en el presente, y no a través de reminiscencias y enquistándose en análisis del pasado. Y luego asumir que cualquier experiencia nueva modula nuestras vivencias anteriores.
Con frecuencia, se pretende que ‘el problema’ está sólo en los demás, y se rechaza poner en cuestión también nuestro propio proceder. Con semejante rigidez no hay manera de salir de un circuito cerrado. Esto impide no sólo replantear un problema que nos afecte, sino ni siquiera captar de qué modo este funciona en nuestra vida.
En cualquier caso, una propuesta adecuada sería ensayar percepciones diferentes de una realidad problemática, y aplicar imaginación. De este modo, sería posible abrirnos a una razonable rectificación. Para Nardone y Milanese, un cambio emocional correctivo exige insertar experiencias concretas que rompan los esquemas que cada uno utiliza de forma automática.
¿Experiencias correctivas? se ha publicado inicialmente en Catalunyapress.es
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