A los que han prendido la mayoría de los fuegos, por acción o negligencia, mi profundo desprecio y, sobre todo, la exigencia de que la ley endurezca las penas contra los terroristas.
Hoy, el purgante elegido por Puigdemont ha sido muy similar al que se tomaban nuestros abuelos, que costaba entonces 30 céntimos de peseta -¡una verdadera fortuna!- y que tenía unos efectos laxantes casi inmediatos.
La gente está perdida en los mares turbulentos en los que se ha convertido la política catalana.Cada día, sin la dirección del norte, sucede un capítulo nuevo, a cual de ellos más desafortunados.