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Toño Pardines: medio siglo del primer asesinato de ETA

Miquel Escudero

ETA Disolución banda terrorista 23042018


Hijo de Malpica de Bergantiños, un pueblo pesquero de La Coruña, José Antonio Pardines murió asesinado a sangre fría hace ahora medio siglo. Apenas una semana antes había cumplido 25 años de edad, y llevaba cinco en la Guardia Civil. Fue la primera víctima mortal de ETA, tras diez años de existencia. A este propósito, Gaizka Fernández Soldevilla y Florencio Domínguez han coordinado el volumen Pardines. Cuando ETA empezó a matar (Tecnos); textos de buenos especialistas universitarios, unidos por una clara distinción: “El verdugo –destaca Florencio Domínguez- fue presentado como víctima ante la sociedad vasca, dándole un reconocimiento público indebido, mientras la víctima real quedaba oculta en las sombras de la historia”. Con el estreno sangriento del terrorismo etarra se radicalizó el mecanismo acción-reacción y se fueron fijando nuevas percepciones, roles y reinterpretaciones del pasado (Óscar Jaime Jiménez) que han ido mutando hasta hoy.


El profesor Jesús Casquete recoge la idea del terrorismo como de “difusión y explotación deliberadas del miedo mediante la violencia o la amenaza de violencia con la vista puesta en el cambio político”. Las mentiras, difamaciones, insultos y acosos son también violencia. Nada de ella deja de tener repercusión y particular eficacia política. El joven historiador Raúl López Romo denuncia que “las víctimas del terrorismo estuvieron desplazadas del espacio público durante muchos años; una ausencia no solo física, sino también perceptible a nivel social e intelectual”.


Pero cuando alguien vive en la ignorancia -atroz cuanto más programada está- o no recuerda lo que no le conviene, nada bueno se puede esperar. Gaizka Fernández subraya que los uniformados han sido quienes han sufrido con mayor intensidad la violencia de ETA, pero también quienes más han contribuido a su derrota. ¿Quién cuenta, por otro lado, con los atentados que se impidieron cometer?


Y Florencio Domínguez destaca que a través de las herramientas judiciales y policiales de la democracia liberal, la banda quedó reducida a la inoperancia operativa: “ETA dejó el terrorismo por incapacidad para desarrollar un nivel de violencia mínimamente eficaz para sus intereses”. Pero tras el fin de la banda etarra, se ha facilitado la mentira social con la complicidad y la miopía de los gobernantes del Estado.



Artículo original publicado en catalunyapress.es.

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