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​Sin restitución no hay perdón

Miquel Escudero

Zurbaran u2013 St. Bruno and Urban II


Del noble se esperaba que dudara, “sólo así podía asegurarse un comportamiento moralmente aceptable”. Esta idea aleccionadora se encuentra en un estudio sobre la relación de la nobleza castellana con la teología moral entre 1550 y 1650: "El noble atribulado" (Marcial Pons). Su autor, Igor Sosa Mayor -doctor en Lingüística y en Historia- ha desarrollado un trabajo meticuloso sobre una realidad pasada que hoy puede aportarnos algún destello valioso; ciertamente el tiempo no corre de forma lineal para todos quienes hoy coexisten en la Tierra. En una sociedad cuyas relaciones estaban impregnadas de fuertes normas sobre principios morales, Igor Sosa señala que la documentación judicial señorial se encuentra poco analizada, en parte por la fundada sospecha de que gran parte de la actividad de los tribunales locales se hizo de forma oral.


La labor de los teólogos morales (orientadores y jueces) puede ser entendida, dice el profesor Sosa Mayor, como el intento de modelar la sociedad europea en torno a los conceptos del derecho natural, adaptando el ordenamiento jurídico civil y “situando la justicia en el eje de sus reflexiones”. Frente a los inevitables dilemas y a una posible conciencia dudosa, se daban pautas para obrar, incluyendo la de seguir la opinión más probable.


Pero siempre situándose en unas coordenadas definidas con claridad. Si la ley no prohibía ni prescribía algo, no estaba lo bastante promulgada. De ahí los ‘silencios de la ley’. Estipulados en manuales detallados, los pecados se especificaban también en los señores de casa; por ejemplo, si no daban suficiente sustento a sus criados, ni los tenían en condiciones adecuadas. Se alertaba sobre astucias y engaños, también la denuncia de la usura como pecado contra el prójimo. Una confesión simple, voluntaria y completa, que no era un monólogo del confesor donde instruyera sobre pecados. Conciencia, contrición y restitución. San Agustín sentenció: “No se perdonará el pecado, si no se ha restituido lo enajenado”.


¿Hemos avanzado hoy día en delicadeza y coherencia, cuatro siglos después? Combatir la fuerza bruta es un requisito para todo progreso. ¿Se devuelven, o se devolverán en breve, los dineros robados y malversados en nuestra casa? Se podría, pero hay cosas que no, como la vida ajena echada a perder o destrozada. Si hubiera dolor por el mal hecho, o vergüenza por una vida podrida en engaño y maldad… 

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