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La alcaldesa Colau se salta al pleno para romper con Israel

Carmen P. Flores
Directora de Pressdigital

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La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el concejal de Presidencia de Barcelona y teniente de alcalde de Cultura, Jordi Martí
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el concejal de Presidencia de Barcelona y teniente de alcalde de Cultura, Jordi Martí

 

Corría el año 1998 con una composición política - fruto de las elecciones municipales de 1995- en el Ayuntamiento de Barcelona muy distinta a la actual. Pascual Maragall era su alcalde, por el PSC, que había conseguido 16 concejales. Le seguía, CIU con 13, el PP con 7, Iniciativa per Catalunya Els Verds (IC-EV) 3 y cerraba la representación en el consistorio ERC con 2 concejales.


En ese consistorio estaban nombres tan conocidos como Miquel Roca, Joan Clos - que después fue alcalde- Artur Mas, Francesc Homs, Joaquim Nadal, Enrique Lacalle., Eulalia Vintró, Ernest Maragall, Alberto Fernández, Antonio Santiburcio, Xavier Casas, y hasta la mismísima Pilar Rahola. Todo un elenco de políticos que al menos conocía lo que debían hacer, tanto en el equipo de gobierno como los de la oposición.


Con esa composición de gobierno y con los acuerdos de Oslo entre Israel y la OLP (Organización de Liberación de Palestina) como punto de partida, el  el equipo de gobierno barcelonés, en una posición de apoyar el proceso de paz, propuso al pleno firmar un acuerdo de hermanamiento a tres bandas con las ciudades de Tel Aviv, Gaza  y Barcelona ,con el fin de fomentar la cooperación cultural y de desarrollo entre las tres ciudades. La propuesta fue aprobada por unanimidad.


Han pasado 25 años de ese acuerdo que ha servido para fomentar lo acordado, cada uno en la medida de sus posibilidades de las tres ciudades. Está claro que dependiendo de quienes gobernaran, que hacían más  o menos acciones.


Como quien no quiere la cosa, en plena campaña electoral y de manera unilateral - vía  decreto de alcaldía- sin consultar al pleno, la alcaldesa Colau anunciaba que había suspendido temporalmente las relaciones institucionales con el Estado de Israel y todas las instituciones oficiales del país, incluido el hermanamiento con Tel Aviv. La decisión la tomó a espaldas del pleno, de su socio de gobierno y después de una reunión mantenida con una plataforma de entidades de ciudadanos de Barcelona con el “apartheid no”, que han recogido unas 4.000 firmas. Hay que recordar que Barcelona tiene más de 1.600.000 habitantes.


La respuesta de los partidos de la oposición y del propio partido que forma el gobierno de coalición, el PSC, no se ha hecho esperar: críticas por parte de todos y petición de que explique en el pleno la medida tomada a espaldas de ellos. Algunos hablan de una decisión autoritaria de la alcaldesa, criticándola. No solo los partidos están que trinan, sino que otros colectivos han manifestado su desacuerdo y preocupación por la  decisión unilateral y arbitraria.


Pese a que la alcaldesa ha declarado que la decisión no va contra el pueblo israelita, sino contra sus mandatarios, la importante comunidad judía ha manifestado su desacuerdo y preocupación porque la postura de Colau puede provocar actos antisemitas, discursos de odio y acabar provocando  enfrentamientos, cuando hasta ahora no se habían producido.


Las críticas le llueven a la alcaldesa de todas partes. Algunos piensan que es una decisión meditada para arañar unos cuantos votos, sin importarle el coste que pueda tener.  Dicen que como no tiene suficientes problemas, busca una excusa para desviar la atención hacia otro lado. Barcelona siempre ha sido una ciudad de diálogo, abierta a todos, inclusiva. Ahora se ha convertido en una ciudad bajo la dictadura de una alcaldesa que se olvida de consultar al pleno decisiones importantes que fueron aprobadas en su día por él. 


En estos años de mandato municipal Colau ha demostrado que Barcelona le viene muy grande, por mucho dinero que dedique a determinados colectivos, a equipos de mercenarios que llenan las redes de mensajes difamatorios contra los medios de comunicación que no son de su cuerda y se gasten ingestas cantidades con medios a los que siempre había criticado.


Decía Catón el Viejo que “no pierdas el tiempo en discutir con los estúpidos y los charlatanes: la palabra la tienen todos, el buen juicio solo unos pocos”.


Y mirando la altura política de algunos concejales que formaban el consistorio de 1995 con Pascual Maragall a la cabeza, a más de uno les debería dar vergüenza, si es que la tienen, empezando por la alcaldesa Colau, la peor figura que ha tenido el ayuntamiento al frente del consistorio y de Barcelona. Colau debería ser la  alcaldesa de toda la ciudadanía y en demasiadas ocasiones ha demostrado que no es así.
 

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