La semana decisiva

Parece ser que esta vez sí que toca anunciar la fecha y la pregunta que Carles Puigdemont quiere hacerle al electorado catalán para dirigirlo con billete de ida y no retorno a la prometida Ítaca. ¿Será una decisión unilateral o al final el President plegará velas y pactará algo que se parezca a un acuerdo in extremis? Sinceramente, nadie lo cree probable. Todos saben lo suficiente de todos y hasta cómo la van a liar en el choque final.

La reunión de la mesa para el Pacto no parece que nos llegue a dar, tampoco, titulares escandalosos el martes. Y la presencia de la Vicepresidenta Soraya será, una más, de las ya "recurrentes" llamadas al orden del Gobierno de Rajoy, que tan escasos resultados han producido entre los independentistas y que a los empresarios catalanes les molesta ya escuchar, porque no saben dónde meterse, atrapados entre dos fuegos y con pocas ganas de mojarse el trasero. Son hijos del BOE y de los pactos a los que les acostumbró Pujol, y hoy se sienten huérfanos de un paraguas institucional que les dé abrigo y les ponga las cosas fáciles.

Si todo transcurre según lo previsto, los Grandes Tribunales tendrán trabajo a destajo, pero también los pobres funcionarios y sobre todo... los Mossos, quienes, de repente, se han convertido en la fuerza de choque del Estado. Al Congreso de los Diputados solo se le reserva el papel de garante de la Constitución. El bloque político que sustenta la Carta Magna, se hará notar con eficacia y rotundidad, aunque "con matices", y así, la historia dé un paso atrás y regresará a 1978, que es su punto de partida contemporáneo.

Luego vendrán las propuestas de arreglo y al final un apaño, que no podrá evitar daños colaterales y una sensación de hastío entre los que vivimos en Catalunya, que no se nos va a curar en décadas. 

¡Hay que ver qué malos políticos tenemos!

Artículo publicado previamente en Catalunyapress.