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​Escorpiones en una botella

Miquel Escudero

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Francesc de Carreras viene repitiendo, a quien le quiera escuchar, que el catalanismo es un término que se debe reservar al 'nacionalismo identitario', dado que se lo apropió largos años en exclusividad. Que se lo queden ellos. Ciertamente, hay vocablos que pueden sonar bien pero nada más; hoy están desprovistos de contenido claro. Asimismo hay frases hechas que se repiten sin cesar y que rezuman confusión y toxicidad, tenemos como ejemplo el procés.


El diplomático Juan-Claudio de Ramón (hoy, primer secretario de la Embajada de España en Italia) se ha ocupado de este asunto en su Diccionario de lugares comunes sobre Cataluña (Deusto). Para él, cabe proclamar, sin ofensas ni zalemas, que la idea separatista no se sostiene, que no son aceptables las multas lingüísticas, ni lo es una escuela monolingüe (el supuesto éxito de la inmersión lingüística es una mentira), hay que denunciar también el escarnio odioso hacia lo español. No es de recibo tampoco 'blindar competencias' y evitar que los tribunales se pronuncien sobre demandas de ciudadanos catalanes.


Juan-Claudio de Ramón reitera que el federalismo no admite áreas de excepción jurídica. No se necesita más autogobierno, como a menudo se repite, se necesita que sea mejor; esto es capital.

El diálogo requiere guardar el marco de la ley, y establecer los sujetos que van a dialogar. Sitúa De Ramón tres niveles: entre catalanes; entre catalanes y el resto de españoles; entre el gobierno central y los autonómicos. 


Como partidario de una nación cívica de ciudadanos libres e iguales, entiende que un nacionalismo no se combate con otro. Estos necesitan siempre un enemigo para funcionar.


Hay aquí un problema serio que no se resuelve silbando o mirando hacia el techo. Las élites madrileñas –dice De Ramón- van usando por sistema el halago y el soborno con unas élites nacionalistas que nunca tuvieron el bien del Estado entre sus preocupaciones, sino que su objetivo último es desmantelarlo. Quienes insisten en la plurinacionalidad de España la rechazan en Catalunya; el único modo de ser catalán sería ser nacionalista catalán. Niegan así la posibilidad de sentirse a gusto con cualquiera de las mil españolidades posibles. A fin de cuentas, meter naciones 'políticas' en un mismo Estado sería como "meter escorpiones en una botella: garantía de riña y autodestrucción". 


'Escorpiones en una botella' ha sido publicado originalmente en catalunyapress.es.

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