En 1906 le fue otorgado a Santiago Ramón y Cajal el premio Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre las conexiones del sistema nervioso. Nació en Petilla de Aragón -una aldea de Navarra, a pesar de estar enclavada en el Alto Aragón-, en 1852. Para saber algo personal de él he escogido hoy su libro ‘Mi infancia y juventud’. “Durante mi niñez –explica en esas páginas- fui criatura díscola, excesivamente misteriosa, retraída y antipática”. Manifestaba un interés verdadero por la educación que se da a las criaturas y a los jóvenes.
En su opinión: “el instructor de alumnos de diez a catorce años debe ser forzosamente joven, enérgico y expedito de sentidos; los ancianos, por sabios que sean, resultan víctimas lastimosas de la desconsideración e insolencia de mozalbetes, para quienes la quietud y compostura constituyen verdadero suplicio”, y esto lo escribió en 1917, hace un siglo. Santiago Ramón y Cajal se hacía cargo de las prudentes alternativas de la bondad, de la indulgencia y aun del halago, pues, como recordaba, un muchacho “a fuerza de oírse llamar torpe, acaba por creer que lo es, e imagina que su torpeza carece de remedio. Tal me ocurrió a mí y a muchos de mis camaradas”.
Asimismo era rotundamente intransigente contra “el abuso de la fuerza con el débil, así como la agresión injusta y cruel”.
Cuando tenía ocho años fue a vivir a Ayerbe (Huesca) y sus nuevos compañeros lo recibieron entre rechiflas: “¿Por qué esta imbécil aversión al chico forastero?”, se preguntaba. “Mi facha, sin embargo, no podía inspirar recelos a los hijos del pueblo. No gastaba calzones ni alpargatas, ni ceñía con pañuelo mi cabeza, y esto bastó para que entre aquellos zafios pasara por señorito”.
Cuenta que le llamaban el forano y que allá se hablaba “un dialecto extraño, desconcertante revoltijo de palabras y giros franceses, castellanos, catalanes y aragoneses antiguos. Allí se decía: forato por agujero, no pas por no, tiengo y en tiengo por tengo o tengo de eso, aivan por adelante, muller por mujer, fierro y ferrero por hierro y herrero, chiqué y mocete por chico y mocito, abríos por caballerías, dámense por dame de eso, en ta allá por hacia allá, m’en voy por me voy de aquí, y otras muchas voces y locuciones de este jaez, borradas hoy de mi memoria”. Pero acabó participando de dicho habla. Sí, ‘jaez’ significa ‘clase’. ME
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