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¿Se puede vivir sin pensar?

Miquel Escudero

Manuel cruz


Manuel Cruz, catedrático de Filosofía de la UB y, actualmente, portavoz del Grupo Socialista en la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados, ha escrito Pensar en voz alta (Herder), un libro de conversaciones con el profesor Luis Alfonso Iglesias. Para Cruz no hay que distinguir entre temas filosóficos y que no lo sean, sino que lo que importa es el tratamiento filosófico de cualquier asunto.


¿Tiene esto importancia? Por supuesto, filosofar es saber entrar en dudas, saber saltarse a la torera los tópicos y lugares comunes que nos inundan. Se desprende de ello, por tanto, el principio de carecer de reparos en incomodar a los poderosos y en no estar en la misma longitud de onda que la opinión pública mayoritaria. El profesor Cruz afirma que el filósofo es alguien que no puede vivir sin pensar, pero que sabe que necesita vivir para alimentar su pensamiento.


Los filósofos o, mejor, los aprendices de filósofos no están para dar voces por ahí y formular augurios y tesis altisonantes, sino para recuperar ilusiones y la pasión por el porvenir. “Cuando todos los demás abandonan, cuando renuncian a entender, es cuando el filósofo empieza a trabajar”. Hay que valorar el verdadero diálogo, el cual no existe sin un absoluto respeto por la realidad personal del otro. Dejémonos de trampas y de paripés. Cuando uno oye a ciertos individuos reclamar diálogo, siente la voz de unos autómatas y de una gente que no es de fiar, pues hablan para aparentar. Cuando es franco y veraz, el diálogo se convierte en un instrumento de conocimiento privilegiado (en frase de Emilio Lledó). Conversar es entonces reunirse a dar una vuelta, escuchar con radical respeto y vaciarse de hojarasca ideológica, que siempre es sobrante e inoportuna.


Aplicaciones prácticas: una pregunta y una afirmación. “¿Cómo va a entender correctamente y actuar de manera adecuada en una sociedad un ciudadano que utiliza con una absoluta ligereza y una falta de rigor total términos como ‘fascista’, ‘opresión’, ‘dictadura’ y similares?”. Hacer una bromita ingeniosa respecto al franquismo no es - dice Cruz- ser crítico, ni tener remueve las conciencias, más bien lo contrario, masajeárnoslas los unos a los otros para convencernos de que estamos en el lado bueno de la historia, “y que, por añadidura, constatemos que somos muchos en dicho lado”. Está muy claro.

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